ELEMENTOS DE UNA NUEVA ORIENTACIÓN (II) 1964
Para las organizaciones tradicionales, las reivindicaciones económicas constituyen el problema central para los trabajadores y el capitalismo es incapaz de satisfacerlas. Esa idea ha de ser categóricamente rechazada, ya que poco o nada tiene que ver con la realidad actual. La actividad de la organización revolucionaria y de los militantes revolucionarios en los sindicatos no puede tener como fundamento el intento de ir siempre más lejos que otros en las reivindicaciones económicas: esas reivindicaciones son, mal que bien, defendidas por los sindicatos y, además, el sistema capitalista puede satisfacerlas sin que eso le cree demasiados problemas. El fundamento del reformismo permanente de los sindicatos y una de las condiciones de su degeneración burocrática irreversible es, justamente, la posibilidad de los aumentos de salarios. El capitalismo sólo puede vivir si concede aumentos de salarios y la existencia de sindicatos burocratizados y reformistas le es indispensable a este respecto. Esto no quiere decir que los militantes revolucionarios deban forzosamente abandonar los sindicatos o desinteresarse de las reivindicaciones económicas, sino que ninguno de esos dos puntos tiene la importancia esencial que se les daba antes.
En todas las luchas, la manera de obtener el resultado es tanto o más importante que lo que se obtiene. Hasta desde el punto de vista de la eficacia inmediata, a corto plazo, las acciones organizadas y dirigidas por los mismos son superiores a las acciones decididas y organizadas burocráticamente; pero son sobre todo las únicas que crean las condiciones de un progreso, por ser las únicas que permiten que los trabajadores aprendan a dirigir sus propios asuntos. La idea de que sus intervenciones han de tener como objetivo no el suplantar sino el desarrollar la iniciativa y la autonomía de los trabajadores, debe ser el criterio supremo que guíe la actividad del movimiento revolucionario.
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