domingo, 27 de abril de 2008

Castoriadis: AUTOGESTION Y JERARQUIA (II)



AUTOGESTION Y JERARQUIA (II) 1974

Cornelius Castoriadis


Queremos una sociedad autogestionada. ¿Qué quiere decir esto? Una sociedad que se gestiona, es decir, que se dirige a sí misma. Pero esto debe ser más precisado. Una sociedad auto­gestionada es una sociedad en la que todas las decisiones son tomadas por la colectividad, que a su vez se ve afectada por el objeto de dichas decisiones. Es decir, un sistema en que aquellos que realizan una actividad deciden colectivamente qué han de hacer y cómo hacerlo, dentro de los límites exclusi­vos que supone la coexistencia con otras unidades colectivas. De este modo, las decisiones que afectan a los trabajadores de un taller deben ser tomadas por los trabajadores de dicho taller; aquellas que afectan a varios talleres a la vez, por el conjunto de trabajadores o por sus delegados elegidos y revo­cables; aquellas que conciernen a la empresa en su conjunto por todo el personal de la empresa; aquellas que afectan a un barrio por los habitantes del barrio y aquellas que conciernen a toda la sociedad por la totalidad de los-hombres y mujeres que viven en ella.

Pero ¿qué significa decidir? Decidir es decidir uno mismo. No es dejar la decisión en manos de «personas competentes», sometidas a un vago «control». No es tampoco designar a las personas que se encargarán de decidir. Que la población fran­cesa designe cada cinco años a quienes harán las leyes no sig­nifica que ella hace las leyes. Que elija cada siete años a quien decidirá la política del país no significa que ella decide esta política. La población francesa no decide, enajena su poder de decisión a unos «representantes», que precisamente por ello no son ni pueden ser sus representantes. Sin duda, la designa­ción de representantes o de delegados por parte de las distin­tas colectividades, así como también la existencia de órganos -comités o consejos- formados por tales delegados, será indispensable en un gran número de casos. Pero sólo será com­patible con la autogestión si estos delegados representan verda­deramente a la colectividad de la que emanan, y esto implica que permanecen sometidos al poder de la colectividad. Esto sig­nifica a su vez que ésta no sólo los elige, sino que puede, asi­mismo, revocarlos cada vez que lo juzgue necesario.

Por lo tanto, afirmar que hay una jerarquía del mando for­mada por «personas competentes» y en principio inamovibles o afirmar que hay «representantes» inamovibles por un perío­do determinado (y que, como demuestra la experiencia, se tor­nan inamovibles para siempre) es lo mismo que decir que no hay autogestión, ni siquiera «gestión democrática». Ello equi­vale a decir, en efecto, que la colectividad es dirigida por per­sonas que han convertido la dirección de los asuntos comunes en un asunto especializado y exclusivo y que, por derecho o de hecho, escapan al poder de la colectividad.

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