AUTOGESTION Y JERARQUIA (II) 1974
Cornelius Castoriadis
Queremos una sociedad autogestionada. ¿Qué quiere decir esto? Una sociedad que se gestiona, es decir, que se dirige a sí misma. Pero esto debe ser más precisado. Una sociedad autogestionada es una sociedad en la que todas las decisiones son tomadas por la colectividad, que a su vez se ve afectada por el objeto de dichas decisiones. Es decir, un sistema en que aquellos que realizan una actividad deciden colectivamente qué han de hacer y cómo hacerlo, dentro de los límites exclusivos que supone la coexistencia con otras unidades colectivas. De este modo, las decisiones que afectan a los trabajadores de un taller deben ser tomadas por los trabajadores de dicho taller; aquellas que afectan a varios talleres a la vez, por el conjunto de trabajadores o por sus delegados elegidos y revocables; aquellas que conciernen a la empresa en su conjunto por todo el personal de la empresa; aquellas que afectan a un barrio por los habitantes del barrio y aquellas que conciernen a toda la sociedad por la totalidad de los-hombres y mujeres que viven en ella.
Pero ¿qué significa decidir? Decidir es decidir uno mismo. No es dejar la decisión en manos de «personas competentes», sometidas a un vago «control». No es tampoco designar a las personas que se encargarán de decidir. Que la población francesa designe cada cinco años a quienes harán las leyes no significa que ella hace las leyes. Que elija cada siete años a quien decidirá la política del país no significa que ella decide esta política. La población francesa no decide, enajena su poder de decisión a unos «representantes», que precisamente por ello no son ni pueden ser sus representantes. Sin duda, la designación de representantes o de delegados por parte de las distintas colectividades, así como también la existencia de órganos -comités o consejos- formados por tales delegados, será indispensable en un gran número de casos. Pero sólo será compatible con la autogestión si estos delegados representan verdaderamente a la colectividad de la que emanan, y esto implica que permanecen sometidos al poder de la colectividad. Esto significa a su vez que ésta no sólo los elige, sino que puede, asimismo, revocarlos cada vez que lo juzgue necesario.
Por lo tanto, afirmar que hay una jerarquía del mando formada por «personas competentes» y en principio inamovibles o afirmar que hay «representantes» inamovibles por un período determinado (y que, como demuestra la experiencia, se tornan inamovibles para siempre) es lo mismo que decir que no hay autogestión, ni siquiera «gestión democrática». Ello equivale a decir, en efecto, que la colectividad es dirigida por personas que han convertido la dirección de los asuntos comunes en un asunto especializado y exclusivo y que, por derecho o de hecho, escapan al poder de la colectividad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario