domingo, 20 de abril de 2008

CONTRA EL REFORMISMO

La burocracia reformista

Ideas del polémico Cornelius Castoriadis sobre la burocracia reformista (Fragmento de «Fenomenología de la conciencia proletaria» 1948 )

...La derrota de la rebelión no suprime el «para sí» activo de la conciencia proletaria, mas significa la caída en la mediación; pero esa caída es también un ahondar. La totalidad inmediata del primer «para sí» se fragmenta en una serie de momentos particulares. Esa reducción a lo particular se efectúa de dos modos: en primer lugar como fragmentación del objetivo final que se había dado la rebelión (y que parece ahora inmediatamente inaccesible) en una serie de objetivos particulares. Así se constituye la reivindicación como momento central del «para sí» proletario durante esa fase. En segundo lugar como división del trabajo en el seno de la propia clase, una clase que parece haber sido convencida por la derrota de la rebelión de que su acción total es vana y peligrosa y que permite pues que de su acción se haga cargo una de sus partes. Así se constituye la burocracia obrera, sindical y política como base real del «para sí» proletario durante esa fase.

Da así la conciencia proletaria un gran paso adelante. Realiza parte de los objetivos que se proponía alcanzar primitivamente y que parecen ahora no poder ser realizados en su totalidad. Esa realización aleja a su ser de ese nudo «en sí» al que quería reducirle el capitalismo. Limita cuantitativamente su enajenación, tanto por lo que respecta a la magnitud de la plusvalía como por lo que respecta a la jornada de trabajo. Se alza por último en una de sus partes esa burocracia obrera que surge y se desarrolla sobre el terreno de la reivindicación por encima de la condición proletaria, y parece llegar a un «para sí» absoluto.

Pero bajo esa positividad exterior aparece cada vez más claramente el engaño contenido en germen. La base de ese engaño es la presentación de lo particular como idéntico a lo universal: la reivindicación se presenta como la mediación necesaria entre la enajenación presente y la libertad futura, y comienza el engaño a partir del momento en que esa mediación se presenta como un fin, o mejor dicho, a partir del momento en que el paso de la enajenación a la libertad se presenta como una serie infinita de mediaciones que parecen no tener término («el objetivo no es nada, el movimiento lo es todo»). La totalidad del objetivo sería pues el resultado de una simple adición aritmética de los fragmentos particulares de ese objetivo. Al descomponer así una totalidad cualitativa en partes cuantitativas, la conciencia reivindicativa se mistifica a sí misma, por cuanto cree que un movimiento en sentido inverso es igualmente posible, sin tener en cuenta la cualidad del todo, irremediablemente perdida en sus fragmentos cuantitativos. El reformismo es en el fondo esa imposible substitución de trozos sucesivos de enajenación suprimida por trozos sucesivos de libertad conquistada. Esa concepción cuantitativa se hace añicos ante la realidad de la libertad, que es totalidad o no es nada.

El reformismo implica además una mediación personal entre el proletario y el capitalista: el burócrata obrero. La burocracia se presenta también a sí misma como una mediación necesaria. La mistificación contenida en esa mediación consiste, por lo que se refiere al propio proletariado, en que se pretende suprimir una enajenación substituyéndola por otra. En la medida en que el burócrata se presenta como un elemento necesario de la liberación, y en la medida en que su existencia implica que la liberación sólo es posible gracias a él, una parte de la clase se substituye al conjunto de la clase, presentándose como ese conjunto. Verdad es que la burocracia está ahí efectivamente en lugar de ese conjunto, puesto que localiza y concentra el «para sí», la conciencia y la dirección de la clase; puesto que, en definitiva, se pone a sí misma como un «para sí», como un fin de sí mismo en la historia. El proletariado se enajena de nuevo, y esa enajenación se añade a la enajenación fundamental a la que le somete el capitalismo.

Pero el «para sí» del burócrata es un falso «para sí», y el propio burócrata está mistificado. Como la razón de ser del burócrata es la reivindicación, y que el único resultado objetivo de la reivindicación es alejar, mediante lo particular que puede ser inmediatamente captado, lo universal constantemente postergado, la conservación del capitalismo se convierte en razón de ser objetiva del burócrata reformista; luego el «ser para sí» del reformista se convierte en «ser para el capitalista», y los propios mistificadores son mistificados. Cuando toma conciencia de esa situación, el burócrata reformista se transforma subjetivamente en agente del capitalismo en el seno del proletariado; y se realiza así completamente la enajenación del propio burócrata, por cuanto se separa de su propia clase. La mistificación reformista se convierte en algo totalmente explícito y visible, como tal, para el proletariado.

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